Irradiar no me lo dicen todos los días,
así que ni corto ni perezoso, lo primero
que deseché fue el espejismo, con estruendo.
Más allá, en las naves industriales cerradas
por derribo, quedaron los objetos acumulados
sin ansia, las fotografías perfectas, de salón.
También, se llevaron el desdén y las camisas
sin holgura, las mandíbulas sin colmillos.
Irradiar es una marcha triunfal de timbales,
un ejército que brama desembarazándose
de cualquier indicio de manos desganadas
de parejas al filo de septiembre. Me salto
los puntos suspensivos y mastico el pan caliente.
Pablo Esteve.
Papiroflexia para Ingenieros Aeronáuticos. Donosti. 2011.
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