sacábamos la cola a las lagartijas.
concienzudamente. No lo sabían nuestros
padres. Luego descubrimos el sexo
en un descampado, en un solar cerca
del colegio. Cajas llenas de lo explícito,
muslos empapados, actividad frenética
y caras dislocadas por el placer que Luis
decía que era de mentiras. Fingían, nos soltaba
y se le hinchaba la vena del cuello. La vida
tiene su ciclo, teníamos la oportunidad,
una barra libre inmensa y estábamos más que
dispuestos a soltar amarras. Revistas que
pasamos de mano en mano. Sacábamos
la cola a las lagartijas en los ratos libres,
y las ancianas nos reprendían, qué horror,
se lo diremos a tu padre. Claro, te conocía
hasta el apuntador y era cuando la sangre
hervía y jugábamos con las postillas de las heridas.
Las lagartijas se escondían en unas grietas
por las que soñaba que se veía el mar.
Pablo Esteve. Papiroflexia para Ingenieros Aeronáticos. San Sebastián. 2011.
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