miércoles, 8 de diciembre de 2010

nada más

nothing else por la puerta de atrás que es lo mismo,

esa conclusión me la soltó tras el segundo bocadillo

de calamares. Parecía animado y nos largamos dando tumbos

hasta el cabaret Le chat noir, una boîte de reputación nefasta,

es lo que hay, esta noche me importa un pimiento que murmuren.

Bebimos, reímos, dimos volteretas, bailamos con la rubia

típica pasada de años, maquillaje y de humedad, de la esquina

la que toma algo fuerte con un cigarrillo en los labios,

tocándose el pelo como quien tócala de nuevo, sam, invítame

a una copa o a cerrar por dentro la puerta de una pensión lúgubre.

Terminamos las existencias de todo tipo, como mandan los cánones,

nos separamos y quedamos en llamarnos cuando la borrachera

se hubiera disipado. Menos mal que no vivo con ella, menos mal,

decía mientras se alejaba. Se puso en orden la cazadora y los cordones.

hasta pronto, descansa, duerme bien, hablamos cuando se nos pase.

Pues no, nada de esto es verdad. Al menos, eso pone en el atestado

al que tuve acceso horas después de decirme aquello en El brillante.

Estaba tan harto de sus historias de amores rotos que tantos cristalitos

por la garganta me revolvieron el estómago. Y allí lo dejé y sin regatear

me largué con una rubia oxigenada que me metió por un portal lúgubre

de la calle Chinchilla. Ni quince minutos duré y me fui a casa.

Lo que decía ese informe policial era que había salido borracho,

encontró su coche y condujo en dirección prohibida hasta empotrarse

contra una farola. Su habitación en el hospital es la 214. 2º planta.

Le darán la baja en una semana o dos, cuando se le cierren los puntos

(veinticinco). Hasta aquí la versión más segura. Lo demás es poesía

o nothing else por la puerta de atrás que es lo mismo.

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