miércoles, 22 de diciembre de 2010

coordenadas 27

Lo importante no es el desnudo, recorrer esas finas formas monticulares coronadas por un pezón tostado, endurecido y luego blando y viceversa. Ni siquiera el carrousel de las caricias del cómo reaccionará cuando le bese el ombligo o cuando una de mis manos descienda más de lo debido y se cuele, se pierda decidida y a veces temblorosa, buscando provocar una bomba nuclear más expansiva que la de Hiroshima y Nagasaki. Lo que más me incita es el cómo desnudarla, ese acto que comienza en invierno desmintiendo a la nieve que entierra las botas, y ese jersey de cuello alto ha desaparecido, aniquilado a mis pies. Cómo será la precisión de mis dedos, exactamente cuántas pieles guarda, a qué huelen sus manos, la camiseta interior, su sujetador, sus bragas, si estarán húmedas, si llevaba medias o pantys en invierno o si el leve vello que cubre sus piernas se habrá erizado. Cómo será el clic del sujetador, por detrás. A partir de ahí todo será lo mismo que una actuación con ajustes de escenas, con indagaciones, qué es lo que pide el público, una adecuación del catálogo institucional del Kamasutra. Me lo sé de memoria. Lo que nunca encontré en los archivos fue un manual de emergencia que indicara con todo lujo de detalles los pasos necesarios para ese salto al vacío sin paracaídas que es que pierda los papeles y la ropa.

1 comentario:

Ari Gore dijo...

Sin manual de emergencia. :)

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