lunes, 20 de febrero de 2012

empacho

estaba tan cerca de tocar el cielo
que solo me hacía falta remangarme,
atarme bien los cordones, estaban
tan a mano las nubes que me imaginaba
una fiesta de barrio con las niñas
tan monas y con ese dulce resto en el pelo,
creía que pagando el importe del autobús
me dejaba a una parada de la ilusión,
de un recibimiento con honores
y la risa floja me confundió los calcetines,
me escondió mi camisa favorita, estaba
ya en la calle con el barullo, con ese tira y afloja
de los días y el café en cantidades industriales,
y me di cuenta que el cuento de la lechera
acaba así, más o menos y que o me pongo
o me aniquila el mismo cielo que deseo.


Pablo Esteve. 20/01/2012. Donosti.

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