viernes, 16 de diciembre de 2011

Encuentros

Ni tú ni yo ni todo lo contrario. Es tiempo de ir despacito, con la mirada medio baja, afirmándose en los zapatos, en los pasos que hincan sus rodillas hasta en el barro más pegajoso o el cemento más tieso. Tendré que concertar una cita con el fisio para que me desentumezca el ánimo, para que me reinstale en su sitio la vértebra olvidada en el 95. No tengas prisa por pagar la cuenta, aún no he entendido del todo el menú de los entrantes y el único avance del frente de trincheras es este vino blanco caliente, apurado con desgana. Pide otro. Ya en el primer plato no sé si es el beso o saber cómo te llamas. Perdí la memoria y la dislexia me tuerce la boca más de la cuenta. Empezaré por no hablar demasiado, no hacer ruido de puertas mal engrasadas o de gota reincidente de un lavabo. En el segundo plato, no me salto ni los postres, intuyo que voy lo suficientemente veloz como para encadenar un abismo tras otro con una cuerda floja entre ella y yo. El bizcocho se me atragantó recordando al tipo que le comía la boca hasta el tuétano a su novia, ya en la cincuentena ambos, hicieron saltar los cristales a pedacitos y el deseo saltó de café en café y de azotea en azotea hasta el en tu casa o en la mía y ella, más te vale que me llames mañana cuando salgas del trabajo, no me apetece otra cosa que repetir el primer plato. Me llamo Nuria. Y pagó la cuenta.

Pablo Esteve. Donosti. 07/12/2011

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