deberían prohibir en todos los hoteles las camas sencillas
apostar decididamente por las de matrimonio con descorches
de recién casados fiesta privada. O aprobar una ley contra
el aburrimiento decretar el toque de queda en los despachos
asesinar a todo aquel residente a perpetuidad o que no detenga
a cualquiera con la más estúpida excusa. deberían prohibir
exactamente, los labios cerrados y las funerarias y las flores
de las funerarias y las urnas a excepción de las de caramelos.
Y proponer en el congreso que todos los días sean festivos
o que la luna no sea tan estrecha o el derecho del hombre
a beberse toda la luz hasta quedar harto o enamorado.
Oficialmente, deberían prohibir la muerte y los pinchazos
y las camas de hospital con lluvia y el rigor mortis, sí, aquel
al que siempre entran ganas de darle una patada en sus sagradas
hacerlo reaccionar antes de que descubra que ya no existe,
deberían prohibir las conversaciones pasadas de pimienta
el café frío las tostadas sin mermelada la hierba seca.
O aprobar un decreto exclusivamente para no romperse siquiera
un hueso o el buen humor. Permitir a las adolescentes
que sean feasy que puedan desear bruscamente
a los viejos verdes y sin compasión. Oficialmente deberían
renunciar, primero a la muerte, segundo a la eternidad,
tercero a las persianas. Pablo Esteve, otoño, treinta febreros.
2 comentarios:
Sólo nos decretan para ser infelices...haría falta una nueva revolución
Precioso
conmovedor desde los codos hasta el centro mismo de la razón.
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