muchas juegan con sus bocas hasta puntos
inadmisibles o ciegan con sus faldas apenas
levanta el vuelo la luna. parís sigue siendo
la ciudad con letras grandes y lobos perdidos
sin dientes sin la más remota gana de morder
las muchachas templan sus aguijones en calles
sin restaurantes donde la oscuridad se vela
en el dougon o hasta altas horas de la madrugada
antes de que cierren los últimos bares árabes
o queden vidrios rotos fuera del corazón. Muchos
regresan y pegan a sus mujeres en esta danza
tribal del bochorno y abren las ventanas y gritan
como si nunca lo hubieran hecho. Hay tantas bocas
tantos ojos que los metros sacuden su pereza
con puntualidad británica hartos de no tentar la suerte
y huir con la calma del que emprende una misión
al amazonas o un divorcio de común acuerdo.
muchas juegan con los débiles porque ese calor
de sus muslos lo recorre todo nadie duerme tantas
navajas cortando cuellos o tantas gargantas llenas
de moscas o tantos burdeles de comida rápida.
Pablo Esteve
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